
PEREGRINACIÓN:
El jubileo nos pide que nos pongamos en camino y que superemos algunos límites, cuando nos movemos, de hecho, no cambiamos solo de lugar, sino que nos transformamos nosotros mismos. Por eso, es importante prepararse, planificar el trayecto y conocer la meta. En este sentido la peregrinación que caracteriza este año empieza antes del propio viaje: su punto de partida es la decisión de hacerlo.
PUERTA SANTA:
Desde el punto de vista simbólico, la Puerta Santa adquiere un significado particular: es el signo mas característico, porque la meta es poder atravesarla. Al cruzar este umbral, el peregrino recuerda el texto del capitulo 10 del evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. El gesto expresa la decisión de seguir y dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor.
RECONCILIACIÓN:
El Jubileo es un signo de reconciliación, porque abre un <tiempo favorable> (cfr. 2 Cor 6, 2) para la propia conversión. Uno pone a Dios en el centro de la propia existencia, dirigiéndose hacia Él y reconociéndole la primicia. Concretamente, se trata de vivir el sacramento de la reconciliación, de aprovechar este tiempo para redescubrir el valor de la confesión y recibir personalmente la palabra del perdón de Dios.
ORACIÓN:
Hay muchos modos y muchas razones para rezar; la base es siempre el deseo de abrirse a la presencia de Dios y a su oferta de amor. La comunidad cristiana se siente llamada y sabe que puede dirigirse al Padre solamente porque ha recibido el Espíritu del Hijo. Los momentos de oración realizados durante el viaje muestran que el peregrino posee los caminos de Dios “en su corazón” (Sal 83, 6).
LIRTURGIA:
La liturgia es la oración pública de la Iglesia: según el Concilio Vaticano II, e el <<culmen hacia donde tiende>> toda su acción <y al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su energía> (Sacrosanctum Concilium, 10). En el centro está la celebración eucarística, donde se recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo: como peregrino, él mismo camina junto a los discípulos y les revela los secretos del Padre, de tal modo que puedan decir: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída” (Lc 24, 29).
PROFESIÓN DE FE:
La profesión de fe, también llamada “símbolo”, es un signo de reconocimiento propio de los bautizados; en ella se expresa el contenido central de la fe y se recogen sintéticamente las principales verdades que un creyente acepta y de las que da testimonio en el día de su bautismo y comparte con toda la comunidad cristiana para el esto de su vida.
INDULGENCIA:
La indulgencia es una manifestación concreta de la misericordia de Dios, que supera los límites de la justicia humana y la transforma. Este tesoro de gracia se hizo historia en Jesús y en los santos: viendo estos ejemplos, y viviendo en comunión con ellos, la esperanza del perdón y del propio camino de santidad se fortalece y se convierte en una certeza. La indulgencia permite liberar el propio corazón del peso del pecado, para poder ofrecer con plena libertad la reparación debida.